El día de la medalla

A todos los que estuvieron conmigo…

Todas las campanas de mis adentros repicaron

Y por entre su clamor de júbilo incontenible

Algo hizo sonar un angelical coro de voces

Incesante, como un eco, aquel emocionante, mi día…

Y no estaba solo. Notaba el calor de los abrazos,

Sentía los corazones latir al estrechar tantas manos…

Y por entre lo sonoros besos de saludo

Se adivinaba por aquellas gentes su alma.

Hubo un recorrido de honores: Rosalía, Cela…

Coronas de testimonio, y otra vez el coro angelical.

La calle, acompañando a la comitiva…

Todo hacía prever que el día iba a ser muy grande…

El Ayuntamiento, el Alcalde, la Irmandade

Saludos y más saludos, besos y muchos más besos.

El calor se iba almacenando en las mejillas

Y la emoción se iba apretujando en los adentros.

Unos muchachos hicieron sonar las gaitas en la plaza,

Otros bailaban, aún siendo muy pequeños…

Ya no se cabía más de gozo en mi alma

Viéndome allí, feliz en medio de aquella estampa…

Después vino la xuntanza, y el ágape

Tras estos, la exaltación del homenaje

Y el subir allí, emocionado, a por la medalla,

Con los pies caminando por aquel suelo, como volando…

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Y llegó… la mirada a mi gente, a cada uno de los míos

Dándoles, por venir, mis gracias en silencio.

…No faltó, ni allí, el fantasma de las ausencias

Y su vago reproche, que apenas duró en mí, medio segundo…

Ya en Madrid, miro fijamente para la medalla

Y pienso que no puede ser mía, que tanto no merezco…

…Un pergamino refleja mi nombre completo

Y termino como si aterrizase de un vuelo…

¿A quien debo darle más de mis gracias

Por haberme metido en este hermoso sueño?

Luís Fernando Castaño Solar. Abril de 2009.