A los viejos molinos
Al escultor Camilo Rodríguez Vidal que me llevó allí.
Hasta casi ayer, aún bajaba el agua descansada, libre…
Venía distraída, como extrañando su discurrir…
Por las compuertas abiertas corría perdida
La energía que tan injustamente desperdiciábamos en el tiempo…
Agua que cayó del cielo manteniendo arroyos…
Manantiales de entrañas de la tierra que se sumaban
Buscando ansiosas nuestros molinos
Para empujarse ambiciosas en las metas de sus aspas.
Ya estaban todos los molinos viejos…
Todos los molinos estaban ya muertos, y yacían…
Y, alguien volvió a meterlos en el vivir de la corriente
Desentumeciendo su madera de huesos oxidados.
Los dejé renaciendo en Seira, una tarde,
“Oí, sin oírlo, como resurgían, de nuevo sus ruidos,
Imaginé ya, a sus espadas reviviéndose en las aguas
Para mover, otra vez, esas pétreas ruedas de mis viejos molinos…”
…Y, aunque creo que ya nunca habrá molineros, como antes,
Ni grano alguno que alguien tenga que moler allí…
Al menos, se dará por desquitada una vergüenza con el recuerdo,
Porque algunas cosas bellas ya dejaban de existir…
Y, alegré “a mi niño”, de la mano de un amigo
Soñando otra vez con aquél juguetear de inquietas aguas…
…Volvía a ver al “agua pasada” que “volvía sus miradas”
Dichosas de sentirse útiles, en su bajar por mis arroyos del lugar…
Fernando Castaño Solar. Madrid, Abril de 2009-